Me he convertido en lo que juré nunca ser.
Me he convertido en todo lo que odié.

Repugnante.

Nadie nada.

Letras, nada más que letras.

Odio, no.

Apatía.

Calma, serena.
Apacible, tranquila.

Necesidades necesarias
para una presencia presente
de los placeres placenteros.

Polvo errante
flotando por los aires.
Inerte, precioso.
Tan suave y majestuoso
me hace daño
aunque no quiera
aunque no lo quiera.

Vemos lo que queremos.
Pero yo no puedo verte.

¿Por qué esperar?

Entra conmigo. Por favor.

Todo está tomando una carencia de sentido.

Al lado de eso ¿qué más puedo esperar?

Nada, ya nada me contenta.

Al menos ya tengo una luz.

Ira.

Vacío.

Quetiapina.

Mi nueva mejor amiga.

Derrama el vaso, ¿no ves la tormenta que hay adentro?
destruye e inmediatamente crea.
Continúa con el proceso, infinito.

Alguien lo debe hacer.

Inicia el colapso.
Demolición controlada,
desde la base, destrozando los pilares.
Ventanales rotos, murallas despedazadas.

Polvo.

Tú y yo, mi amor
tú y yo somos lo fértil dentro de lo yermo
lo suave dentro de lo áspero
somos el cariño del odio
tú y yo, mi amor
somos eternos dentro de lo terrenal
carnales, pero apasionados.

Somos piedra, arena
somos hiedra, gangrena.
Infectados de nuestra salud.
Putrefactos de sentimientos.

Nos tenemos un infinito aprecio por el deseo desesperado de castigarnos
de tocar nuestros cuerpos, en un roce clímax de odio
al punto del orgasmo más prohibido
infinito, poderoso, ambicioso y cochino.

Tú y yo, mi amor
somos todo.

Como siempre.