martes, 20 de junio de 2017

Una vez, hace algunos años, salí con un amigo a comprar porro a la Padre Hurtado, era mi primera vez comprando y consumiendo droga, estaba un poco nervioso, pero en el fondo confiado, ya que este hueón sabía lo que hacía. Llegamos a la plaza donde vendían, éramos solo él y yo, cuando de la nada se acerca un tipo de unos 40 años, gordo, me impresionó el hecho que podía correr, ya que siendo hombre y con semejantes tetas algún problema de salud debía de tener. Al cabo que le compramos como dos gramos por luca, era harto, quizá demasiado para ser mi primera vez.
Luego de comprar tomamos la micro y nos fuimos a una plaza más segura, lejos de esos barrios marginales donde te pueden asaltar a cada siete pasos, llegamos a la plaza que está atrás de lo que fue mi colegio. Sacamos papelillos y enrolamos esa mierda. Le pegué unas quemás, y paf, ya estaba volao como pico. Me quedé ahí disfrutando lo que me había estado perdiendo, cuando de la nada me dio un hambre voraz, como los tipos con los que estaba eran medios flaites, les dije de broma "¿vamo' al ekono a robar hueá' pa' comer?", a lo que todos unánimemente afirmaron con la cabeza.
Como yo era el más "decente" iba yo a la delantera, entré con mochila y con una adrenalina que recorría todo el cuerpo, era mi primera vez robando, así que traté de actuar lo más choro posible. Fui directo al pasillo donde se encontraban las papas fritas, pero no fueron las papas fritas las que me llamaron la atención, era un mini pastel de milhojas que estaba en el estante de al frente, lo miré y en la volá en la que estaba me enamoré profundamente, quería que ese pastelito estuviera en mi boca, bajando por mi garganta hasta rellenar el inmenso agujero que se estaba formando en mi estómago. Simplemente lo metí a la mochila, incluso, ni si quiera la cerré, la mantuve abierta y a ras de piso durante toda mi trayectora hasta la caja, los cabros compraron una chela pa pasar piola, y yo me fui.
Delicioso, el dulce más rico que he comido en mi vida, no me importó que estuviera añejo, no me importó que tuviera manjar (no soy muy fan del manjar), no me importó nada, solo quería comer algo.
Me tomé una chela, y me fui a la casa de una amiga, ya que había quedado de ir a verla.
Aún estaba mareado.
Cuando llegué, me abrió la mamá, para mi sorpresa me preguntó con una cara muy preocupada si estaba bien, a lo que guardé un silencio digno de funeral, "¿me habrá cachao'?" me cuestionaba en mi mente, no sabía cómo reaccionar. A lo que ella me dice, "¿estuviste llorando?", ahí todo cobró sentido para mí, tenía los ojos rojos, rojos como el atardecer en el que estaba entrando a la casa de mi amiga que no le avisó a su mamá que yo iba a ir, tomé ventaja de la situación y afirmé con la cabeza, "¿..está la Yairú en su casa?" atiné a decir con voz fina y delicada como niño perdido en el supermercado, su mamá me dijo que estaba arriba, en su pieza, a lo que yo solo subí y le dije gracias.
Cuando entré al cuarto, le dije "estoy muy volao, tu mamá no me cachó, ¿escuchemos música?" y me acosté en su cama, derrotado.

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