jueves, 12 de septiembre de 2013

En mis aposentos no contengo nada
para ofrecer, ni para mi.
Sólo para ésta bola de carne
insensible, que me persigue
donde vaya, como un tumor,
me hace daño, y duele.
Quisiera poder extirparlo, pero
ya es parte de mi.
¿De mi?
¿Lo es realmente?
¿Y si no fuera así?
Es ese temor, que mi tumor
reviente, en medio de la calle,
y comience a desvanecerme,
de a poco, lentamente
de manera tortuosa, con aquellos sentidos alertas
expectante por el momento final
donde todo acabará, al fin.

Convulsiones.

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