domingo, 15 de septiembre de 2013

Es como si nada estuviera pasando, sólo me dejo corroer por el ocio. Me enferma y me enerva. Esta sensación de impotencia, de qué me conduce a nada, como que tomase un barco en medio del océano y me dejara navegar por las profundas aguas de mi mente. Es la mar impredecible, que en su fondo oculta los secretos más bizarros, mórbidos, asquerosos, dignos de cualquier tabú que se te pueda ocurrir. Pero es en el final de nuestro recorrido en el que nos encontramos con ese diminuto ser, que se está ahogando en palabras nunca dichas. Se le está acabando el aliento, y pronto perecerá. Está viendo como se desvanece todo lo que nunca poseyó, lo que pensó que tenía, pero le fue arrebatado de sus entrañas. Es ese ser el que se ha vuelto repulsivo, más y más repulsivo, por cada segundo que pasa, su rencor se va acrecentando hasta el punto en el que no aguantará más. Y se ahogará, y ahogará, y ahogará.

Espero ese momento cuando su alma sea liberada, y su ocio acabe.

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